Gestión de la culpa

La culpa, esa emoción de la que intentamos escapar. En este post intentaremos conocer sus funciones, saber cómo atravesarla adecuadamente y de qué manera aliviarla cuándo se convierte en un problema.

Laura Parra

septiembre 30, 2020
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Gestión de la culpa.

El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.

Oscar Wilde

 

  1. La culpa es una emoción más. Funciones de la culpa.
  2. La culpa mal entendida y como método coercitivo.
  3. Un importante alivio para la culpa. Algunos consejos. 

1. La culpa es una emoción más. Funciones de la culpa.

Si acudimos al diccionario nos encontramos con que la culpa es: La imputación a alguien de una determinada acción, como consecuencia de su conducta. Tú tienes la culpa de lo sucedido. Es decir, si nos quedamos únicamente con esa definición podemos tener la culpa de un suceso con consecuencias negativas pero también de uno con consecuencias positivas. Tienes la culpa de mi felicidad. Pero la verdad es que solemos relacionar la culpa con acontecimientos negativos cuando hablamos de emociones humanas.

La culpa es una emoción más, no es por tanto positiva ni negativa, sólo desagradable de atravesar. Pero no debemos perder el punto de vista más interesante: todas las emociones cumplen una función necesaria para el ser humano socializado. En líneas generales la culpa sirve para reconocer nuestros errores y propiciar conductas de reparación. Sin culpa estamos un poquito más lejos del mundo socializado, por ejemplo en la película de The Purge: La noche de las bestias (Imagen) la sociedad cuenta con unas horas en las que no existe una culpabilidad de los actos acometidos. No os quiero hacer spoiler de lo que sucede durante ese tiempo…

 

The Purge: La noche de las bestias (2013)

La culpa regula la conducta social indeseable y promueve el autocontrol; además motiva a la persona a reparar el daño causado a los demás. Sin culpa no hay penitencia.

Para terminar de reconciliarnos con la culpa vale la pena detenernos en el estudio  publicado en Harvard Business Review donde se muestra que las personas propensas a la culpa trabajan más y se consideran mejores líderes. Además de ser percibidos como mejores amigos, amantes y empleados.

Creo que quizá tengamos la habilidad de percibir que si una persona con propensión a la culpa nos daña, no lo hará con inquina y muy probablemente va a intentar enmendar su error con nosotras. Puede ser que la culpa nos haga algo más humanos.

Así que hay unas buenas razones por las que sentirnos culpables, sin perder de vista las desventajas de la culpa mal entendida. 

2. La culpa mal entendida y como método coercitivo

 

A sabiendas que todo lo explicado anteriormente es una realidad, a veces la culpa se puede convertir en un problema. Cuando esta culpa sana y positiva se experimenta con excesiva frecuencia, intensidad o duración, e influye negativamente en nuestro bienestar entonces, pierde su carácter adaptativo para convertirse en algo molesto; que termina condicionando y alterando nuestro día a día.

Numerosas consultas de psicología tienen como objetivo sanar o gestionar adecuadamente la culpa. A veces, no queremos escuchar lo que la culpa nos intenta transmitir y mucho menos nos apetece reaccionar adecuadamente, enmendando lo que hemos hecho mal. Recordemos la famosa canción «La culpa fue del cha cha cha» En otras ocasiones, hemos recibido intensos mensajes en nuestra infancia y hemos crecido con la culpa como método coercitivo para modular o cambiar nuestro comportamiento.

 

Casi la mayoría de las personas hemos podido actuar a lo largo de nuestra vida, movidas por una manipulación a través de la culpa y las molestas sensaciones que ésta provoca. La familia, los amigos, la sociedad y , en algunos casos, la religión, nos han enseñado a sentirnos culpables a través de sus mensajes y a actuar de manera determinada, para poder liberarnos de ese sentimiento de culpabilidad.

El objetivo de este tipo de culpa es cambiar nuestro comportamiento a través de una imposición externa que nos hace sentirnos mal. La culpa pasa a convertirse así en una herramienta extremadamente poderosa para manipular el comportamiento, estando fuertemente relacionada con la necesidad de aprobación externa. 

 

 

3. Un importante alivio para la culpa. Algunos consejos

 

Uno de los mejores antídotos para la culpa es “darse permiso”. Decíamos que la culpa insana o desadaptativa, suele tener su origen en un contexto que nos intenta indicar cómo debemos actuar, es decir que nos concede o retira el permiso para ser o actuar de una determinada manera. Entonces, retomemos el control y decidamos darnos permiso de manera individual, para evitar que la culpa sea utilizada como método coercitivo contra nuestra persona.

Los permisos se conceden cuando se sienten necesarios, no sólo vale con decidir darse permiso, sino que debemos sentir que ese permiso es sano y determinante para nuestra persona. Te invito a que te preguntes sobre las siguientes cuestiones:

¿Me doy permiso para cometer errores?
¿Me doy permiso para no ser perfecto/a?
¿Me doy permiso para mostrar mi vulnerabilidad?
¿Me doy permiso para mostrar mis opiniones aunque éstas no sean infalibles?
¿Me doy permiso para decidir mi propio estilo de vida?
¿Me doy permiso para desdecirme, cambiar o contradecir mis pensamientos o acciones?

Si tus respuestas son negativas, tienes un largo y precioso trabajo por delante.

Además de darnos permiso, es de vital importancia saber perdonarnos. Comprendernos y dejar caer el peso de la culpa por nuestros errores pasados. Desde la comprensión y el perdón podemos avanzar hacia retos futuros con el aprendizaje adquirido. Con la culpa generalmente, huimos y vivimos enfrascadas sin poder avanzar ni disfrutar del camino que nos espera.